Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

CARTAS AL AGUA

El agua en la calle cubría ya el primer peldaño, y los carruajes al pasar provocaban pequeñas olas que le permitían sobrepasar el segundo. Una de estas ondas la había sorprendido mientras intentaba vislumbrar un coche de alquiler entre la lluvia.
Levantó un poco el vestido, para comprobar que el zapato estaba tan empapado como su pie indicaba, cuando el rítmico trotar de unos cascos y el continuo romper del agua al ser pisada por ruedas, avisó de que se acercaba un nuevo vehículo. Lo vio aparecer a través de la cortina de la fina lluvia cayendo, como una oscura sombra indefinida, y dudó si bajar de nuevo al segundo escalón para verlo mejor, o esperar a que se acercara.
Sin mediar orden ni ruido de freno, el carruaje fue disminuyendo el ritmo de su paso, como si la hubiera visto y no quisiera salpicarla.
No era un coche de alquiler, se trataba de un imponente carruaje de aspecto descuidado, tirado por un caballo noble y fuerte que, quizá por hallarse empapado por la lluvia, le pareció triste. El cochero, con más aspecto de ladrón que de criado, saludó tocándose el ala del sombrero y, descolgándose de una manera extraña, abrió la puerta y desplegó una escalerilla desde el carruaje hasta el segundo escalón, justo delante de ella.
Dio un paso adelante y, aún sin entrar, vislumbró el interior, esperando conocer al dueño de tan extraño vehículo. Pero dentro no había nadie.
-¿Se decide, señorita?
El cochero sonreía divertido, a pesar de su incómoda postura.
-Pero está vacío..
-Ya.. falta usted.
a partir de un cuadro en la fonda Huix, Sabadell
julio 2010