Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

viernes, sábado, restos

Visiblemente perjudicadas por la acumulación de excesos, no importa ya el día ni la hora, las miradas son casi todas turbias.

Suben y bajan con andares cansinos y expresión de derrota, uno ya no sabe si van a la fiesta o vuelven de ella.

Estamos viendo un espectáculo callejero, un niño se gira y señala sonriente al cielo.
-Mira, aita!
A alguien se le ha escapado un globo y, llevados por el efecto dominó, unos cuantos ponemos cara de tontito al ver a Pocoyó volando entre golondrinas.

Cinco desmesurados instrumentistas dan cuenta de clásicos del jazz a la puerta del fosterito de Berastegui. No pasan la gorra, para qué.

-La puta ambulancia, a ver si calla, que así no se puede hablar por el móvil!!

-Luego tengo que pasar por ahí con el coche, como no lo quites, paso por encima.
Nadie de los presentes, ni siquiera el que lo ha dicho, cree que vaya a cumplir su amenaza de atropellar los bolsos que el africano intenta vender. Y aunque lo hiciera, todos, incluído él, sabemos que mañana seguirá siendo el mismo puto gordo imbécil incapaz de resistirse a ninguno de sus más bajos instintos.

Marijaia cae ardiendo a la ría, entre la pena y la alegría porque las fiestas terminan.

Sinceros agradecimientos a los chicos de Don Jamón, a la biblioteca municipal, al obsesivo servicio de limpieza del ayuntamiento, a la imaginación y espíritu combativo de los konparseros (todos, incluídos los que no estuvieron porque no les dejaron), a las personas y animales que pasean y hacen deporte en el parque Ametzola, a todos los de Cayo Paraíso, y a tanto personaje que no nombré..