Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

jueves

Tras agradecer a Zapatero su torpeza y lentitud en llevarnos a la plebe a la esclavitud (ver a la portavoz del pp defendiendo a los trabajadores debería haberme provocado la risa, pero debo de estar perdiendo el sentido del humor, porque me dio escalofríos) y descubrir que el horario de fiestas de Bilbao atañe a todas las sucursales bancarias de la provincia, regreso a lo que los cursis llaman "el recinto". O sea, txosnas y aledaños.

Observo entretenido el interior de una pequeña carpa donde enseñan a unos críos a hacer tortilla de patata. Es curioso el asco que la clara de huevo puede provocar en alguien que quince minutos antes ha estado poniéndose hasta las cejas de barro, o comiendo cualquier cosa cogida del suelo, o incluso sus propios mocos (tenía un amigo, de chaval, que sentía auténtica debilidad por la cera de los oídos). Somos raros desde pequeños.

Voy distrayéndome aquí y allá, y voy a dar a la txosna de Mamiki, donde una chica de pelo blanco y corto, con una guitarra y cuatro cervezas, deja las canciones a medias, o tararea la parte que no sabe, o espeta al público
-Bueno, qué, la cantáis o no!
que danza entre carcajadas y coros desafinados.
Tienen una alegría especial, se celebran a sí mismas, por encima de cualquier otra condición, como seres vivos. En sus miradas, algunas algo nubladas por el efecto de eso que llaman bebidas espirituosas, brilla un halo de victoria, de revolución. Se comparten, se animan, verse unas a otras las iza entrelazadas en una plenitud desinhibida. Se quieren, todas ellas, porque se quieren a sí mismas.
-..diez duros de papel albal.. y el cielo se ha iluminado..
y la sonrisa de la cantante vuela por encima de todos nosotros, iluminándonos.

Llega un camión para cargar las mesas que han utilizado para la comida, y la inexperiencia hace que les parezcan pesadas. Se me ocurre, metete que soy, explicarle a una cómo se coge una tabla para que parezca que no pesa, y sólo me da para oír
-El único caballero!!
A partir de ahí, me sonrojo hasta que me sudan las cejas.

Capítulo aparte merecen dos mocosos, gemelos por más señas, cuyas madres hace un momento, antes de juntar sus labios, se han besado durante un buen rato con las miradas. Me bacilan, me torean, me muestran un trozo de sandía que luego no me dan, se limpian las manos descaradamente en mi pantalón, se cuelgan de mi mochila.. todo con una expresión que hace imposible regañarles.

Me quedo a la batucada, donde sudo como un cochinote, saludo con todo el cariño del mundo a Aurora, una amiga que en su día estuvo tan loca como yo (a estas alturas creo que la gano) y marcho con la certeza de haber pasado el mejor rato de estas fiestas..