Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

domingo (III)

Junto a la catedral hay un payaso que te da los cambios si le echas algo. la expresión de la gente es para verla.

Los mozos (qué mozos) de la txalaparta, el tipo que baila consigo mismo, el ruso de las cucharas de madera y su amigo con el acordeón, una dulcísima versión del Ave María (también rusos), un dúo flamenco..

Frente al Arriaga voy a dar con un espectáculo ya comenzado. Nacho, un payaso equilibrista argentino que consigue gran complicidad del público y de los "voluntarios" que saca, además de realizar ejercicios que parecen imposibles. El personaje es infantil y cariñoso, se hace querer.
Me llama la atención un detalle. Nada más comenzar la colaboración de una chica del público, la distrae y esconde su bolso. Cuando ella se retira tras cumplir con su parte, y vuelve a por su bolso (a mí también se me había olvidado, pensaba "a qué vuelve ésta"), él se hace el despistado. Desde el público, una chica con síndrome de down se esfuerza en señalar con su espada globo el lugar donde se oculta el bolso, avisando a la colaboradora con sonoros gritos
-Ahí, ahí!
y él la riñe y manda callar con graciosa fonética japonesa. Cuando la voluntaria recoge por fin el bolso, no sin antes peleárselo, Nacho se hace el enfadado.
Al acabar la actuación, cuando la gente se acerca a sacarse fotos con el artista y felicitarle (en Bilbao es costumbre), Nacho recibe a la delatora con los brazos en jarra y la cabeza inclinada, sonriendo abiertamente. No oigo la conversación pero, por los gestos de ambos, vendría a ser algo así:
-Te has chivado, eh?
-No se roba.
-No se la iba a robar, era una broma..
Y los dos se funden en un cariñoso abrazo.