Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

domingo (II)

Cuando faltan menos de diez minutos para que dé comienzo el recital, una señora muy enseñorada se planta delante y pregunta si la silla de al lado de mi compañera está ocupada. El señor junto al asiento, un tipo encantador que hace un rato ha traído programas para todos, contesta que si empieza el concierto y su esposa no ha venido, la cede, pero que hasta entonces sí, está ocupada.
Ella empieza a increparle que eso no se puede hacer, que en una actuación gratis no se puede reservar.. elevando cada vez más la voz (por cierto, muy desagradable). Pero el hombre no se inmuta, y procede a mirar al vacío escenario como si la actuación hubiera comenzado ya. La señorona, soliviantada, señala la localidad donde está mi compañera y pregunta
-Ésa qué.. ¿también está reservada?
(Para los que no me conozcan, mi compañera es una mochila que, dicho sea sin ninguna acritud, cada día está más gorda. Me acompaña también una mujer, pero a ésta sólo la veo yo).
-No, ésta está ocupada, ¿no lo ves?
-Ocupada, por un fardo.
En tono muy poco amable (lo reconozco, no soy tan zen como el señor de al lado), explico mi parecer, mientras acaricio a mi compañera, no se vaya a ofender por lo de "fardo".
-Ésta lleva aquí desde las once, y el suelo está empapado, así que se va a quedar aquí.. y haz el favor de quitarte de enmedio, que molestas.
-¿Que molesto yo?
-Sí, porque va a empezar el concierto y llevas un buen rato en el puto medio y dando voces.
En ese momento, el marido de la señorona (el señorón, supongo), un individuo con moreno de Benidorm excesivamente enjoyado que hasta entonces ha hecho las veces de eco de la urraca (sabía yo que no iba a poder contarlo sin faltarla), decide invadir mi espacio vital y decir no sé qué de llamar a un guarda, un par de tonterías más, y repetir lo de "no se puede reservar", ya visiblemente alterado.
Y, sin incorporarme, pues tropezaría con él, decido dar por zanjada la cuestión.
-Lo que no se puede es venir a falta de diez minutos y pensar que vas a pillar asiento sólo porque eres el peor educado de todo El Arenal, que me llevas calentando la oreja desde que has llegado. Aquí hay gente que lleva media hora de pie sin decir ni mu, pero claro, tú eres más listo y más borde que todos ellos, que hasta levantas la voz.. ¿pues sabes qué te digo? que si ésta cede amablemente su sitio, se lo va a ceder a uno de esos que son más tontos pero más educados que tú.
Y, dicho y hecho, ofrezco el asiento a un caballero a mi derecha, que en primera instancia no se atreve a aceptarlo pero, ante mi franca y ya serena insistencia (y la de su mujer)
-Usted lleva más de media hora ahí de pie con su cachava y sin decir nada, se merece ver el concierto sentado y disfrutarlo..
decide ocupar la localidad, colocando el bastón en diagonal, apoyado sobre el refuerzo de la silla de delante.
-Déjalo ahí..
Pero el bastón es muy fino, tal como se ha puesto la compañera lo parte, así que se queda en mi regazo (horas tardará en irse la marca en el muslo).
Cuando el concierto empieza, la esposa del señor zen no ha llegado, así que la mujer del caballero a mi lado también se sienta.
Y todos (los que merecemos la pena) tan contentos.

¿El concierto? Tremendo, sublime, yo qué sé. Por destacar algo, aparte de los pulmones de Ion Gaminde, la alegre satisfacción con que los maestros recibían las ovaciones, y el buen hacer de don Rafael Sanz-Espert, director y arreglista, destacaría la sensual interpretación de "La leyenda del beso". Eso sí que es tantra. Tengo que aprender a besar así (será cuestión de practicar, supongo).