Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

una palabra tuya

Sus hermosos y oscuros ojos, en su día llenos de vida y fuego, vestían un leve brillo triste y lejano que le daba a su rostro, especialmente bello, un halo de abandono y desinterés.
Sacó la ropa del armario y la extendió delicadamente sobre la cama, una sencilla y corta falda, camiseta de tirantes anchos, medias de seda, y el conjunto interior de encaje y remates dorados, todo ello en un negro desprovisto de cualquier clase de brillo. Escogió unos zapatos de larguísimo y fino tacón, abiertos en la punta y en la parte posterior, donde dos delgadas cintas abrazarían más tarde sus tobillos.
Se acercó al espejo, aún sin vestir, y permaneció allí un tiempo, observándose. De constitución fuerte, su figura aún conservaba la imponente presencia que en sus años mozos hizo perder la cabeza a más de un desbocado pretendiente. Robustos muslos, caderas rotundas, cintura estrecha, senos aún firmes y espléndidos... siempre pensó que sus hombros eran demasiado anchos, se sentía mucho más débil de lo que aparentaba.
Acercó su rostro, de marcados rasgos conjuntados en una armonía que resultaba a la vez dulce y dura, y se detuvo un momento en las pequeñas arrugas que comenzaban a perfilarse junto a los ojos. Con acostumbrada resignación y la pericia que da el uso, resaltó con maquillaje las escasas líneas que su cara precisaba para parecer más hermosa, más joven, más viva. Sin quererlo, dejó escapar un momento la vista hacia el dorso de su mano, era allí donde más evidente se hacía el paso del tiempo.
Sonrió condescendiente al reflejo de su mirada, cerró despacio los cajones y se acercó a la cama. Se vio un momento dentro de la ropa allí tendida, ésa no soy yo, o sí...
Sentía que aquellas prendas portaban consigo el espíritu de un personaje que, a fuerza de vestirlas, había ido filtrándose a través de su piel hasta confundirse con su propio espíritu.
Sacudió la cabeza, intentando zafarse de improcedentes reflexiones, y comenzó a vestirse, de manera tan metódica como un deportista de elite se enfunda su uniforme, siguiendo un antiguo y estricto orden. La braguita, el liguero, el sostén... Introduciendo el pie en el interior de la media, acercando ésta a la pinza del liguero, dejando que su suave tacto arropara sus muslos, se veía envuelta en un aura protectora, como cuando al colocarnos una máscara de carnaval, que nos lleva al anonimato entre quienes nos conocen, pensamos que nos protege de juicios de valor respecto a nuestra actitud.
Se observó una vez más en el espejo, supervisando la correcta disposición de cada prenda, que cada una expresara lo que había de expresar, ni más, ni menos. Eligió unas joyas al azar, e hizo un último gesto ante el espejo, levantando levemente el mentón, intentando adivinar lo que los demás verían en ella cuando saliera a la calle.
Cruzó el pasillo atenta al taconeo de sus propios pasos, cuyo ritmo la imbuía una aparente seguridad, y se detuvo junto al mueble, desde donde una pequeña fotografía, en un marco feo y de ningún valor, la observaba. Asió el retrato con una mano y llevó los dedos índice y corazón de la otra hasta sus labios. Acarició después con estos dedos el rostro representado en la imagen, al tiempo que sus ojos se volvían de agua, aunque no dejaran caer un lágrima.
Agachó la cabeza y suspiró. En su pecho se mezclaron una disculpa, una explicación, quizá un lamento, una desesperanza. Si hubiera otro camino, otro modo...
Abrió una puerta, permitiendo que la luz del pasillo penetrara en la estancia a la que accedía lo suficiente para distinguir y no molestar. Desde el umbral, su mirada fue guiada por una cálida y apasionada ternura íntima hasta el destino que anhelaba desde el despertar: Una pequeña y frágil figura acurrucada, desnuda de colcha y sábanas que, envuelta en un pijama de absurdos e histéricos colores, respiraba rodeada de paz.
A su mente vinieron unas palabras que no recordaba cuándo había oído por primera vez.
...una palabra tuya bastará para sanarme.