Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

agáchate!

El terror y el odio se mezclaban en los desorbitados ojos, el humo, el aroma de la pólvora, los chasquidos que los impactos en los árboles provocaban, los llantos de auxilio de los heridos en ambos bandos, las confusas órdenes, a veces sólo gritos sin sentido, las detonaciones, la enfermiza humedad de la tierra, los proyectiles volando en una y otra dirección, arañando al aire agudos lamentos, delirantes gargantas rotas, juramentos, insultos, rechinar de dientes, temblor de manos, el intenso dolor de huesos, la oscuridad del día que retrasaba su nacimiento, el frío, los recuerdos, la desesperación, los sueños rotos, la muerte no como algo inevitable pero lejano, sino como una presencia próxima y tangible, demoledora, lo que pudo haber sido, lo que ya nunca había de ser, la tristeza, profunda e inmensa, el supuesto y desconocido orgullo, la total y absoluta violencia, amarga y despiadada, la ausencia de cualquier motivo o símbolo, abstracto o concreto, que les hubiera llevado hasta allí,, la certeza de un destino, la insignificancia de un origen.. se entrelazaban en un todo insano y demente, golpeando las sienes de un soldado que, con la zamarra abierta, desprovisto del casco y con el arma apuntando al suelo, cruzaba el bosque sin una dirección concreta, dibujando en su rostro una expresión ausente, casi mística.
- Agáchate! Te van a matar!
- Al menos, moriré sin haber matado a nadie.