Quizá las rocas a la vuelta puedan contar historias más sórdidas, pero él conoce la última infancia y primera adolescencia de todos en el pueblo, cuando todo es furtivo y nuevo, y pequeños actos suponen grandes aventuras.
Al cobijo de su sombra, cada uno transgredió las normas que consideró transgredibles, aprendió nuevos afectos y maneras de mostrarlos, y fue creando la parte de mundo que entonces imaginó suyo, dando pistas de quién sería en el futuro, dejando migas de pan en el camino de ida y vuelta que es la vida.
Quizá la arena en la playa sepa de pieles húmedas apretándose, él conoce el temblor de una mejilla al ser acariciada.
Algorta