Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

hallelujah

Frágil, casi diría menuda, ocupó el escenario como si aún pidiera permiso para hacerlo.
-...sólo digo la verdad cuando canto.
Nos dijo que iba a hacer un par de versiones, porque sentía que sus canciones aún no estaban preparadas. Se equivocaba. Da igual quién fuera el elegido para escribir aquellas canciones. Esa noche, fueron suyas. Y con su dulce y limpia magia, con su verdad, las hizo nuestras.
Ya en los primeros arpegios, algunos reconocimos la pieza. Y cuando comenzó a entonar la melodía, sonreímos como niños viendo amanecer.
Su voz era su mirada, todas nuestras miradas, arrullándonos, era un bebé pidiendo mimo, éramos bebés recibiéndolo.
En el primer estribillo, nació del público un coro tímido, suave, cariñoso como sábana cálida.
Al acabar, todos nos sonreímos (algunos enjugábamos lágrimas), reconociéndonos en la emoción, envueltos en toda la gama de colores, y entendiendo, acariciados como cachorros, que todos los colores son eso: color.
No sé su nombre, ni conozco, ahora mismo, manera de hacerle llegar mi agradecimiento. Pero ese estribillo viaja ya en mí, y a menudo asoma con una sonrisa sanadora.
Barcelona, diciembre de 2014