Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

1, 2.. Slam!!

Todos los nervios del día fueron a juntarse en un sólo punto, en un sólo instante, enredándome en su anudarse..

En el momento en que me disponía a dejar el micro, durante una décima de segundo (a veces, lo importante sucede en una décima de segundo, como un relámpago que ilumina la noche convirtiéndola en día pálido, avisando que pronto vendrá el trueno), el mundo desapareció, y sólo existían el micro en mi mano (en mi mente, en todo yo) y el pie donde me disponía a embocarlo.
Pensé (o sentí, que apenas los distingo)
-Iñaki, de verdad vas a hacerte esto?
asumí que era eso lo que había decidido hacerme, y bajé del escenario, ofuscado como casi siempre que no entiendo algo.

Al llegar a mi asiento, la primera sonrisa, y un mimo en la rodilla que me supo a cuna. Desde arriba, Payaso me decía que tenía que volver otro día a terminarlo, y acompañé su gesto de levantar el pulgar, asintiendo con la cabeza, sintiendo (o pensando, quién sabe) que sí, que por supuesto, que me daba igual qué decisión había tomado, que a cabezón no me gano ni yo.

Pasó un tiempo, ni idea de cuánto.. y vino un noi con un papelito.
-A los que participáis se os invita a una consumición..
Se me escapó la primera risa. Sentí (esta vez estoy seguro, a veces consigo distinguirlos)
-He participado..
y me invadió una sonrisa como la del niño que tiene un juguete con el que aún no puede jugar, pero sabe que lo hará.
Más tarde se acercó un chico al que no conocía ni pregunté el nombre
-Hay que volver y acabarlo, eh?
En su sonrisa vi que había pasado por el trago, y en su mirada que no venía a consolarme, sino a celebrar lo poco que les había ofrecido.
Después sucedieron (me vienen como destellos alborotados) el abrazo de Salva (me llamó cabrón jeje), la provocación de Dante, los trucos de unos y otros, una chica (otro nombre que no pregunté) que me dijo que esperaba que acabase para puntuarme muy alto, la aparente frialdad de Payaso (qué tierno es, y no lo sabe -o sí-), el respetuoso cariño de Judit (“estás al nivel”, me dijo), Marçal, Rocío (que me dio las gracias)..

Y me fui a pasear, volviendo a ser ese niño necesitado de cariño, con su perenne sonrisa arrugada y su caminar desencuadernado, celebrando la belleza de una ciudad que siempre me sonríe y me mece.. que, por el motivo que sea, siento que me quiere, y eso hace que la quiera.