Tengo los ojos
hacia afuera,
como ventanas que buscan qué acercarme.
Tengo las manos
hacia adentro,
lo que acaricio se vuelve parte de mí.
Tengo el corazón
alrededor,
envolviéndome.
Y tengo, también,
la cabeza fría.
Es por eso
que apenas le hago caso.