Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

Hermano poli

No te equivoques, te hablo desde el cariño. Mírame a los ojos, no hay desafío en ellos; y mi sonrisa es plácida.
Te he visto cometer atrocidades, pero no te juzgo, ni busco que tú lo hagas. Sólo quiero que me escuches un ratito, charlar contigo... abrazarte si lo sentimos necesario.
No voy a contarte mucho de mí, no es el momento. Soy uno de tantos, que quizá ha estado en más sitios de lo normal, y que se fija mucho.

Últimamente te he visto en situaciones extrañas. Verás, el origen, quizá la razón de ser de tu oficio, es evitar que el que no tiene le quite a quien tiene. Y vivimos unos tiempos en que quien lo tiene todo le quita a quien apenas le queda nada (se ve que nunca es suficiente). Y me da la impresión de que te utiliza para obligarle si no se deja, o hacerle callar si simplemente protesta.

Proteger y servir.. pero, a quién?

Me gustaría que recordaras cuando decidiste quién ibas a ser. Quién eras, y el porqué de tu elección. Tu proyecto de vida.
Desnúdate, mírate en el espejo.. sé tú, sólo tú. Sonríete, te lo mereces. Sabes que eres una buena persona. Quieres a los tuyos, y cuidas de ellos.

Pero claro, las circunstancias...
Hablemos de las circunstancias, pues. Quiénes son tus padres; a qué escuela van tus hijos; quiénes son los padres de sus amigos; con quién te gustaría compartir una cerveza... a qué hospital vas cuando alguien de tu familia cae enfermo.
Llegará un momento, lo sabes, en que ese furgón te llevará a hacer callar a tus compañeros, y te volverán a hablar de ese infierno de locos salvajes... y quizá, sólo quizá, esa vez te cueste más creerlo. Son tus compañeros, les conoces, compartes con ellos la mayor parte de tu vida, y sabes que, como tú, son buenas personas. ¿O quizá eran también tus compañeros los maestros, las enfermeras, los estudiantes, los mineros...?

En fin, es complicado, lo sé. Nadie dijo que vivir fuera fácil. Y no pretendo convencerte de nada. Sólo te pido que, la próxima vez que bajes del furgón (quizá mañana mismo), durante un instante, pienses en el del espejo, sonriéndote, antes de tomar la decisión, íntima y sagrada, de si quieres borrar esa sonrisa.

Me despido con un abrazo, porque sé que lo necesitas. Y si alguna vez te apetece charlar conmigo, sabes dónde encontrarme.
Sí, lo sabes.