Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

.

Cuando se han abierto las puertas y he visto aparecer su inconfundible figura, he recordado sin querer cuando le conocí, en una de mis primeras visitas a Sabadell: un zíngaro greñudo virtuoso del violín, al que mima y arrebata, desde la dulzura al histerismo.
-Toca!
Su compañero, apoyado para evitar los vaivenes del tren, ha arrancado a la guitarra un ritmo a lo Djiango Reinhart, sobre el que él ha dejado caer, como una sábana de verano, una libérrima versión de Solamente una vez, buscando miradas a las que ofrecer una sonrisa abierta.
"..cincuenta céntimos, no es mucho, y me quedo sin bollo en el descanso.. qué coño, si tuviera un bollo se lo daba también"
Han tocado un segundo tema, dejando escapar una estación (y a los viajeros que en ella se apeaban, sin haberles pedido). Camino del siguiente vagón, el guitarrista cantaba Volare en un idioma que no conozco, y él, encargado de la colecta, se ha contagiado en el estribillo, con la alegría de quien sonríe, canta.. y vive desde el alma.