En un patio donde nunca llega el sol, una larga tarde de conversación. Él me cuenta de sus pasos largos y torpes, yo de los míos desencuadernados y a ciegas. No nos ocupamos del hilo que hace tiempo trenzamos, no se nombra lo que ya se sabe. Reímos, siempre conseguimos reír, a pesar de los pesares. Pero donde más intensa se vuelve la charla, es en esos silencios sonrientes.