Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

Tres pajarillos beben de una fuente mientras en la otra un crío de chupete insiste a su madre, quiere sorprenderse otra vez con el chorrillo.
Dos aitites se acercan a saludar a un compañero para poder piropear a las chicas que le cuidan, más allá una joven ecuatoriana acaricia el brazo de una amama y besa su mejilla.
Un niño que aún no ha cumplido los dos años lanza su triciclo cuesta abajo y ríe aparatosamente al ver que su padre se lanza corriendo para impedir que el juguete alcance el asfalto.
Los bancos, hechos de listones cuadrados y estrchos e insuficiente respaldo, son incómodos, pero no hay uno libre. Cuento además seis sillas de ruedas.
cruzan dos emperifolladas muchachas de catorce, aún no ha amanecido y una ya va borracha, casi tropieza con un improvisado atleta veterano que apenas puede respirar, víctima de un gratuito agotamiento.
Dos africanos vestidos con imitaciones de marcas de superlujo pasan con su risa contagiosa, una rubia sencilla pero elegante les recrimina con la mirada semejante sonoridad.
Un gorrión con mirada de turista avanza a graciosos saltitos, una flauta silba con dulzura los sonidos del silencio amenizándonos las últimas horas de la tarde
Indauchu