Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

Apuro las últimas cucharadas de helado (moriré sin saber cuál es el sabor que más me gusta), rebañando ya la tarrina, cuando me sorprendo al ver que a un hombre en silla de ruedas frente a mí le colocan una coneja para que miccione.

Con los ojos cerrados al sol que le da en la cara y una sonrisa que le ocupa todo el rostro, deja escapar un largo suspiro
-Aah.. qué bueno..
y se entretiene en tararear una canción que no conozco.