Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

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Aunque al principio no parecían muy dispuestos, al final han accedido a darme una habitación. Incluso han tenido el detalle de hospedarme en el segundo piso, el de los ácaros, mucho más tranquilo y confortable que el primero, reservado a las chinchillas y pulgas (por lo que ha comentado un huésped, de una agresividad que raya en lo mutante). Y es que no venía nada en el periódico, pero hoy debe ser la convención anual del pequeño traficante, y éste su establecimineto favorito.
La habitación es amplia, si se busca la postura adecuada es posible incluso estirar los brazos sin tropezar con las paredes, y se está a gusto, siempre que uno traiga su propio abanico. Pero me molesta el espejo sobre la cama, me da la impresión de que un tipo calvo me observa mientras intento dormir.
Tras sujetar la puerta del armario con una silla salgo al balcón, que da a una colmena de al menos trece pisos en cuyos bajos los cincuentones pasan de un sex-shop a otro saludándose mientras se arrastran.
-Goul du forlao!!
grita en el patio una mulata que, o se le ha caído la espalda, o va con el culo al aire.

A unos pasos del hombre de los tatuajes al aire y las camperas por encima de los vaqueros, un joven agente comercial discute el precio de la mercancía con un sesentón al que le faltan poco más de dos tragos para irse al suelo. La mercancía, un poco más allá, ya ha dicho al menos dos veces
-Por favor, con ése no..

Podría contar que a escasos veinte metros hay una comisaría, pero sería dar pistas, y me parece de mal gusto.
Bilbao