Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

.

Se había adjudicado el título de don, y nos obligaba a tratarle de usted. Casi siempre vestía pantalón de pana, camisa a cuadros y una fina chaqueta de lana, unas veces en tonos marrón, las más en verde. Se dirigía a nosotros por el apellido, si conseguía recordarlo. Si no, simplemente decía "tú", y siempre mantenía una extraña distancia con su sonrisa irónica, como adelantando que no se iba a creer lo que le dijeras.

Impartía clase paseando entre las filas de pupitres, haciéndonos partícipes de sus juegos:

"El cachondo de Quevedo y Góngora el amargado" -cada uno preparaba su parte en casa, ajustándose al carácter del personaje que le había tocado en suerte y, ya en el aula, discutíamos sobre apasionantes temas, como el partido del domingo. En un patio de recreo donde más de uno llevábamos navaja, se podía escuchar "Góngora" como insulto habitual.

"Soneto al porro" -a raíz de un soneto, creo que de Garcilaso, en el que hablaba de una planta milagrosa que curaba todo mal, nos propuso escribir un soneto al vino tinto. Pero, por motivos que no vienen al caso, muchos lo odiábamos, y acabó cediendo a nuestras protestas.

"El mejor insulto del mundo"- recuerdo éste: "Aprovechando que su mujer regenta un prostíbulo, él vende género de punto de contrabando en la trastienda". No recuerdo de quién era.

Hubo muchos más juegos, algunos improvisados, como el día que se puso a imitar los andares de varios de nosotros para hacernos ver qué diferentes éramos unos de otros, mientras nos enseñaba a describirlo. O el día que, leyendo en alto "El lazarillo de Tormes", la palabra "paja" provocó unas risitas y volvió a empezar el capítulo, levantando la mirada en cada expresión de doble sentido y explicándonos las que no habíamos cazado.

Nos enseñaba canciones en inglés y nos preguntaba "¿qué crees que está diciendo?"-luego, a partir de lo que Springsteen, Dylan, los hermanos Young y otros despertaban en aquellos locos bajitos, nos ayudó a componer nuestras propias historias para "Born to run" (no me pidas más), "Hurricane" (la historia de Caín y Abel, "Highway to hell" (allá voy otra vez)...

Nos encargaba redacciones, y presentaba las mejores a concursos, "para promocionar la escuela". Luego hacía ver que protestaba porque tenía que acompañar a algún alumno a Madrid a recoger un premio.

Fue a raíz de uno de estos ejercicios cuando algo le hizo reparar en mí. Lo digo porque fue la primera vez que pronunció mi apellido, en vez de uno de aquellos apelativos que utilizaba para nombrarme.
- Bien, así que tú eres...
-Sí...
-Hermano de...
-Sí...
-Pero no tenéis nada que ver...
-No...
-Ven un momento.

Le había llamado la atención que, en una redacción de tema libre, hubiera elegido contar la angustia del último cigarrillo de un paquete de tabaco. Y me hizo una pregunta que nadie me había hecho antes.
-¿Por qué?
Salí del apuro como pude.
-Es que en las cajas de cerillas hay cuarenta...
Él se rió y me dijo
-Tú no pasas ni vergüenza, eh?
y yo levanté las cejas y encogí mis hombros todo lo que pude, con una mueca de sonrisa que pretendía decir "yo estoy aquí porque me han mandado venir"... El gesto que ya entonces se me quedaba cuando no sabía qué decir.

Recuerdo que iba por el pasillo repitiéndome en voz baja
-¿Por qué?

Pues bueno, todo esto me ha venido a la memoria, o a la imaginación, quién sabe, porque hoy ha asomado a mis manos un libro que él me permitió. 

Me explico:
Voy como potrillo al trote por el pasillo de unos grandes almacenes, seguro de que no me han visto, enfilando ya la puerta de la Gran Vía... y me aparece medio cuerpo de adulto tras la última cabecera. Me da tiempo a ver que va de paisano, lo esquivo, y él gira la cadera y me sujeta del brazo.
-Te he visto entrar y me he dicho "éste viene a coger algo".
Intento parecer inocente, pero parezco tonto.
-Trae...
Cuando comprueba lo que me llevo, se aguanta la risa.
- Has robado "El Quijote".
Yo bato el récord de mímica absurda e ininteligible, a ver si por bobo me libro, él pregunta
-¿Lo vas a leer?
-Claro... ¿a qué robarlo si no?
-Has robado El Quijote para leerlo.
-No quiero joder el de mi abuelo... que lo tiene cariño.

Repitió aquella expresión de cuando me decía "tú o eres muy listo o eres muy tonto" y devolviéndome el libro, sonrió
-Anda, marcha.
a don Ignacio