Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

Pescaba en el muelle del lago, y del agua sacó un zapato. Una voz, de mujer o de niño, pareció reír el suceso. Con expresión indolente, el pescador volvió a echar la caña.

Lo siguiente que pescó fue un aleluya. Después, un laberinto. Más tarde, una marea.

Y así, fueron asomando en la punta del sedal una brisa húmeda, un abrazo, el cantar de dos pájaros, un saludo, una nube blanca, un leve dolor, un abanico, una sombra de color morado, el ronroneo de una gata, siete gotas de lluvia fina, un cielo de tormenta, un caramelo, una caricia, un recuerdo alegre, un camino, una mañana de niebla..

.. y aquella risa, infantil o femenina, se fue volviendo mirada atenta.