Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

La pequeña ciudad danza un medio tiempo, a mitad de camino entre la prisa del repartidor y la sonrisa holgazana de un tipo que lee poesía:
Una adolescente esquiva mi mirada (no quiere reconocer que nos hemos visto, quizá podría contar a sus padres..) y le sigo el juego. Antonio, el chino, me saluda desde la barra. Algunas mujeres pugnan por ser la más bella, ninguna gana (no podrían). Desde la otra acera un pendenciero también hace como que no me ha visto, porque me debe dinero (qué barato sale librarse de algunos). Una pareja que supera los ciento cincuenta años sonríe a un niño que con salero protesta resignado
-Katxisss...
porque no cae regalo de la máquina. Un burgués acomodado pasa en su "caballo de trueno". Dos señoras que no tenían tiempo (nadie lo tiene, es él, en todo caso, quien nos tiene) se detienen más de media hora a poner a bajar de un burro a una conocida común. Un ejecutivo con más corbata que educación se salta el turno,
-Es urgente
dice como toda disculpa. La brisa juega a ser viento y cimbrea las ramas de la palmera, mientras arriba rebaños de algodón pasean con indiferencia.