El cielo de la mañana
me muestra cuadros:
formas, colores, texturas,
volúmenes que escaparían
de cualquier lienzo.
El aire del alba
me trae melodías
y ritmos
que no cabrían
en partitura alguna.
Las primeras brisas
me acercan aromas
más profundos y sutiles
que los de ningún perfume,
sabores
rotundos y leves
de infinitos matices.
El frescor del amanecer
acaricia mi piel,
toda, si yo le dejo.
Y todo ello tan sencillo
como cada vez que llega
un nuevo día.