Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

Hambre, frío y sueño. Hace mucho ya, siendo aún un crío con complejo de hombre, me hacían cantar presumiendo de sufrirlos.
Ahora que no presumo de casi nada (quizá de sonrisa y de alguna amistad ganada a pulso), paso por ellos cada día, conozco sus intensidades y matices.
Desde el hambre leve y repentino despertado por un aroma, al que duele en el pecho como el ansia. Desde el frío agradecido de una mañana clara y sin viento, al húmedo e hiriente que presiona el esqueleto hasta retorcerlo. Desde el sueño bobo que el calorcito provoca, al imposible cuando no hay dónde dormir, porque el mundo es un charco.