Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

Soy un tipo afortunado. Quizá por eso sonrío a menudo, algo que sorprende en general a la gente, a la que le gusta presumir de desgracia (no es difícil encontrar quien, le cuentes la pena que le cuentes, tiene otra mayor para contarte).

Como afortunado es un concepto relativo, y puede que haya quien considere que mi fortuna está por debajo de la media (por fastidiar, más que por otra cosa), voy a argumentar mi afirmación.

Tomaré primero como base la terna "Salud, Dinero y Amor", que algunos consideran la base fundamental para una existencia afortunada.


Salud.- Aunque de crío fui un chaval bastante enfermizo y nada me libra de al menos un par de buenos trancazos por invierno, a pesar de no haberme cuidado nunca, ni en mis hábitos alimenticios ni en los de ningún otro tipo, he cumplido ya dos veces veinte sin haber sido ingresado más que una noche en un hospital (y me la pasé durmiendo), y mi cuerpo mantiene aún las suficientes agilidad, potencia, resistencia y fuerza, para desenvolverme con solvencia por el mundo en que me muevo.

Dinero.- Me crié teniendo que racionar la margarina de las galletas, pero nunca me faltó de desayunar, y si alguna vez pasé un día entero sin probar bocado, fue por iniciativa propia.
Hubo después un tiempo en que el dinero entraba a espuertas, se me caía de los bolsillos. Al no ser un hombre de grandes lujos, pronto aprendí que lo mejor que el dinero podía ofrecerme era no tener que pensar en él.
Ahora que le ha dado por no entrar (tampoco es que yo le invite mucho, la verdad), me mantengo en aquella enseñanza. Al final, todos tenemos un poco menos de lo que deseamos, y algo más de lo que necesitamos.

Amor.- En una película del oeste, no recuerdo el título, el personaje interpretado por Paul Newman explicaba que el hombre tiene dos amores: el ideal e inalcanzable, que por su propia condición es cada vez más elevado; y el terrenal, con el que convive, y al que en ocasiones llega a amar tanto como al primero.
Yo tuve la fortuna de vivir ambos en uno. Quizá sólo fue un instante (todo en la vida son instantes). Pero amé y fui amado en cielo y tierra, en cuerpo y espíritu. Amé y fui amado de manera platónica y pasional. Acaricié el cuerpo que anhelaba, besé los labios que me daban vida, enturbié su mirada con un deseo irracional.. Enloquecimos en una insensatez peligrosa, arriesgándolo todo, incluso a nosotros mismos.
Regresó la cordura y ¿qué quedó?
La Memoria.- El orgullo de saber que cuando me necesitó le fui útil. Momentos que sé irrepetibles e inolvidables para ambos. Sonrisas y luces impensables, en ella, en mí, y en nosotros.
El Poso.- Nos ofrecimos enseñanzas sobre la vida y el mundo, sobre nosotros y sobre cada uno, que sabemos que permanecerán.
El Futuro.- Ambos sabemos que el tiempo y las experiencias compartidas tendrán su peso en nuestra felicidad futura. En la propia y en la del otro. Lo que haya de venir, no vendrá de igual manera después de habernos conocido.
Además, con cariño, paciencia y sentido del humor (cualidades que nos sobran a ambos), nos hemos ofrecido los mimbres para trenzar una gran amistad, en el sentido más profundo y enorme de la palabra.

Ya digo, soy un tipo afortunado.