Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

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El sol golpea el suelo de piedra con saña, el polvo seco se arremolina alrededor de un crío y su perro, que simulan pelear a vida o muerte. Al fondo, un anciano y un joven comparten una naranja a la sombra de una tejabana. En algunas de las paredes de los edificios que rodean el solar, aún queda la silueta de lo que fuera un edificio contiguo, en otras los desconchados y las manchas de humedad dibujan curiosas sombras, algunas incluso parecen rostros.
-Para ti es sólo una niña, verdad?

El joven no contesta, permanece serio observando cómo, al contrario de lo que cualquiera habría supuesto, el crío parece ir ganando en la fingida pelea. El anciano sonríe sereno, la respuesta es sí. El crío corre, el perro salta tras él, y consigue alcanzar el talón de su zapatilla, cayendo ambos alborotados. Entre el polvo que se enreda entre ellos, apenas se les distingue, ya todo es del mismo color.
-Niño, deja al perro!

El joven parece gitano, pero no lo es, el anciano sí. Son dos hombres de culturas, edades y razas diferentes, y es precisamente lo que les ha llevado a ambos a tomar una decisón al unísono, sin necesitar apenas mediar palabra.
-Cómo está ella..
-Enamoriscá.. pero se le pasará.